La Paca


Lo único que sabíamos nosotros de coches era que había que correrse de su camino para evitar la muerte cuando andábamos en bicicleta. Allá por el 2009, teníamos ahorrados unos pesos para ir a hacer temporada a Chile, y estábamos a punto de comprar los pasajes cuando apareció una citroneta 3cv destartalada en venta a un par de cuadras de casa. Obligadamente pasábamos casi a diario frente a la citro para ir y volver de laburar, le dábamos vueltas, la medimos, empezamos a dibujar locuras en nuestras cabezas, y finalmente llamamos para preguntar. Nos atendió un flaco de nuestra edad, otro "jipi" buscavidas como nosotros, nos llevó a dar una vuelta y ahí nomás arreglamos la compra.

Fué mas que nada un salto de fé: el chasis estaba picado, la carrocería dejaba mucho que desear, sólo tenía un asiento y para entrar en la parte trasera era obligatoria la vacuna antitetánica. Pero el motor, nos juraba su anterior dueño, era una bestia imparable, y por lo barato que nos la vendió, tal vez lo único de valor en toda la furgoneta. El viejo Citroen 3cv del '78 ya venía bautizado como la Paca, y con una notable acumulación de kilómetros en viajes largos, al servicio de artistas, artesanos y cartoneros.

Desde antes de comprarla ya hablábamos de salir de viaje en la furgo, con México como meta. Tardamos un buen par de años en ponerla en condiciones, hubo que cambiar carrocería y chasis, pero finalmente ya estaba en condiciones mínimas de rodar por las rutas. Con la inmensa ayuda del Pablo y el Hernán del Club de Citroneros de Córdoba, le hicimos un cambio de aros y puesta a punto y allá por febrero del 2011 nos fuimos hasta Uruguay, llegando al sur de Brasil.

Al tiempo empezamos la reconstrucción definitiva de la Paca para el viaje a México. El mayor inconveniente de viajar en un citro es la falta de repuestos fuera de Argentina, Uruguay y Chile, los únicos países donde se fabricó o importó este modelo, por lo que es esencial salir con la máquina en las mejores condiciones posibles. Nos llevó mucho tiempo, dinero y esfuerzo, miles de litros de mates y unos cuantos de cervezas, e infinidad de horas tapado de grasa laburando en la vereda, siempre bajo la tutela del Oscar, nuestro gurú citronero. 



La otra prioridad, al margen de la mecánica, era hacer habitable la furgo, convertirla dentro de sus limitaciones en una pequeña casita sobre ruedas. Básicamente, meter nuestra vida en apenas poco más de un metro cúbico de chapa. En el viaje a Uruguay improvisamos una cama con machimbre, muy poco práctica; esta vez nos decidimos por una estructura de caño de aluminio lo mas liviana y rápida de armar posible, a la vez cama y baulera. También con aluminio armamos la estructura del toldo y el soporte para la luz del puesto de artesanías, que se pueden fijar a cualquiera de los lados de la furgo, dándonos la posibilidad de armar el puesto en cualquier lado y a cualquier hora en forma totalmente autónoma.


La casa es chica. Realmente chica.

El Citro es, por decir poco, bastante particular; todo el peso del auto descansa sobre un chasis completo, que a su vez cuelga de los dos "arcos" que forman las traviesas delanteras y traseras. Ocho bulones sostienen todo eso y lo mantienen flotando sobre el camino. La suspensión conecta las ruedas de cada lado entre sí en un sistema compensado de resortes y amortiguadores, que provoca el famoso efecto "lancha" al tomar una curva, dando la sensación de que el coche va a volcar en cualquier momento.

Así, colgada como una hamaca, y con un pequeño motor de dos pistones, poco más de 600cc y unos furiosos 32 caballos de fuerza, la Paca se desplaza en el tiempo como un dinosaurio de otra época, una vieja guerrera analógica sobreviviendo en un mundo de inyecciones electrónicas, computadoras y siglas impronunciables.


1 comentario:

Lucas Aguirre. dijo...

jjaj que mortal
mucha suerte chicos!!! aguanteeee